29.12.09

De mentiras, fraudes y credulidades



Me ha parecido una inteligente inocentada la que ha llevado a cabo la página Fogonazos: este pasado 28 de diciembre, "reveló" anticipadamente un supuesto reportaje de investigación de National Geographic dónde un arqueólogo descubría la superchería de Stonehenge. Como podréis comprobar, en la entrada original todo está cuidadosamente preparado para dar verosimilitud a la tesis del "Stonehenge hoax", como la propia revista se ha visto obligada a llamarlo para, por supuesto, desmentirlo. Son especialmente divertidas las fotografías trucadas, y los planos de colocación de las piedras. En la red, la inocentada corrió demasiado deprisa: algunas páginas circularon la información automáticamente y sin comprobar su origen, ni su veracidad. Garrafal credulidad ya que el autor del propio montaje recuerda en su sabia conclusión, y cito: no debes fiarte de todo, por muy bien contado que parezca. O sea, la duda como herramienta de prudencia. Este tipo de acciones, con sentido del humor (ay, cuánto más preciado que el oro) incorporado, me arrancan una doble sonrisa.

PS: En la misma línea que la Stonehenge hoax, aunque en el ámbito de las ciencias sociales, es muy recomendable la lectura de los dos libros del físico Alan Sokal sobre la fabricación de teorías que rozan lo ridículo, dónde detalla la gestación del divertido episodio del artículo para Social Text.

25.12.09

The Beauty and the Beast




So fragile and yet powerful, her tenderness facing the whip & wit of Joyce, the soft flesh and the vibrant colours taking in the old, stern book, right to the very end. If this picture does not melt your heart, let me remind you: Merry Christmas!

21.12.09

De espíritus tozudos




Empieza este lunes el invierno y como si quisiera burlarse de los tórridos meses propinados hasta el último momento, el invierno que este lunes empieza es frío y siberiano. Siempre he dudado de los fríos adjetivados, porque sobran las florituras cuando el hielo es hielo y la nieve sólo se derrite porque Guardiola llora. Pienso en la historia de Cataluña mientras releo discursos inesperados y busco la palabra "tozudo" en la RAE. Caen como pedradas los sinónimos: pertinaz, obstinado, irreductible, testarudo, temoso, porfiado. ¿Por qué será que me recuerdan al fuego? Se me olvida que empieza el invierno porque este lunes, como cada principio, es hora de ganarle la partida al frío. Vamos, como si estuviéramos en Abu Dhabi. ¡Feliz semana de Navidad!


13.12.09

La tierra de Dios, ¡finalista!




Como ya es sabido, los premios literarios despiertan pasiones allá dónde van, se anuncian y se publican. Mi particular teoría es que si los científicos del CERN supieran del fenómeno, abandonarían sus experimentos con el colisionador de partículas en favor de la energía radiante que se desprende de los certámenes que premian las letras.

Para un escritor, ganar un premio es siempre un reconocimiento, una placentera noticia y una alegría. Luciano G. Egido con su obra Los túneles del paraíso acaba de ganar el II Premio de Novela Histórica convocado por la Fundación Villalar para obras ya publicadas y escritas en castellano. Desde aquí mi felicitación tanto para el autor como para Tusquets, su editorial.

Hay veces, no obstante, en las que ganar es un premio, pero quedar segundo también. Y eso es lo que me ha sucedido con La tierra de Dios, que fue seleccionada entre las novelas presentadas, y quedó entre las cinco finalistas de dicho premio, en compañía de autores como Almudena de Arteaga o Luis García Jambrina. Me siento muy, muy honrada.

La tierra de Dios es mi segunda novela y como os podréis imaginar, esta noticia me llena de ilusión. Aprovecho pues, desde aquí, para dar las gracias al jurado y lectores del premio de la Fundación Villalar por su gentil mención. ¡Y por supuesto, feliz lunes a todos!

PS: La imagen que encabeza esta entrada es del remake de Robin Hood dirigido por Ridley Scott que se estrenará en primavera de 2010.

9.12.09

Esto no es un vampiro



Aunque esta entrada hable de sangre nueva, no voy a mencionar a Robert Pattinson. Copados los cines con amores decimonónicos que le hubieran parecido trasnochados a Jane Austen, resignémonos porque cada generación es libre de escoger a sus iconos y a sus ídolos. No, en esta entrada me refiero a la sangre nueva que se está inyectando en el panorama editorial (ya desde hace años), y en concreto referencio las primeras menciones en prensa escrita y digital sobre la nueva editorial Nevsky Prospects, centrada en la publicación de autores rusos y cuyos primeros títulos prefiguran un largo festín para los amantes de la literatura rusa. Bienvenidos y mucha suerte.


5.12.09

El editor al desnudo



Disfruto de un interesante y bien documentado artículo en el ABC digital describiendo la relativa caída de ventas de libros que se ha producido durante el año 2009, y que las editoriales han soslayado gracias a las grandes cifras de unos pocos títulos (Larsson y Brown en el caso de Planeta, o Murakami y Mankell en el de Tusquets). También se habla de la menor venta media de títulos que en otras circunstancias se hubieran convertido en modestos éxitos o de fondo asegurado en la librería. Sin dejar de ser preocupante, la combinación de títulos exitosos y fondo de venta "sorda" que se detalla en la noticia ha sido característica del sector, tal y como explica André Schiffrin en el siempre recomendable y cada vez más escalofriantemente certero libro La edición sin editores.

El elemento diferenciador es (también como siempre) la magnitud -algunos lectores del buen cuentista Quim Monzó podrían añadir de la tragedia, pero el melodrama sólo funciona con Garbo, Greta, hermosa sueca A.L. (antes de Larsson)-. Se venden más ejemplares de los pocos títulos y menos de los muchos. ¿Debería preocuparnos eso si la media de venta se mantuviera, por ejemplo, en ese próximo 2010, una vez superado el pánico de los primeros meses del 2009? A los editores que buscan construir un catálogo a largo plazo, no: la eterna espada de Damocles ha sido y es encontrar el libro rentable de la temporada, sabedores que en la búsqueda se publicarán otros de más discreta venta (muchos o pocos, de ese sabio equilibrio depende la viabilidad económica del editor). Será más duro el contexto y más recios los que sobrevivan, nada más y nada menos. Vamos, la hora de la verdad, en dónde las vacuidades (de cualquier tipo: editoriales y económicas) se pagarán caras. En ese sentido, y añadiendo el factor X del e-book -desconociéndose aún el modelo de negocio que surgirá de la pócima, hija de aprendices de brujo en la que todos hemos echado nuestros ingredientes- se abre un año 2010 apasionante para el sector editorial. Como diría otra gran diva del cine clásico: "Fasten your seatbelts, it's going to be a bumpy ride!". ¿Y cómo decirle que no a Margo Channing? Yo ya tengo reservado el asiento en primera fila :)


PS: Para los que preguntan dónde está el "editor desnudo", aclaro que no soy yo, ni me consta de tales imágenes de otros colegas de profesión. Es una referencia al título en castellano (Eva al desnudo) de "All about Eve", dónde aparecen además de Margo Channing (Bette Davis), una tiernísima Marilyn, "licenciada de la escuela de arte de Copacabana" y el mortífero Addison DeWitt (George Sanders).

24.11.09

Historia de las historias


Puesto que cruzado el meridiano de los cuarenta la vida nos exige un catálogo completo de manías, rarezas y adulteces, en tanto que alumna aventajada que soy, tengo ya una costumbre negociada conmigo misma y las letras -y por lo demás nada original- que consiste en alternar la lectura de una novela con la de un ensayo. Y para aderezar el Quijote y su bálsamo de Fierabrás, he optado por Historia de las historias, de John Burrow, profesor en la Universidad de Sussex y en Oxford, fallecido el pasado 3 de noviembre.

Si en los maestros franceses de la Escuela de los Anales y en la historia de las mentalidades propugnada por Georges Duby y Jacques Le Goff una puede estar segura de transitar como una amante por sus páginas, siempre deslumbrada por el estallido de pasión verbal e historiográfica propia y esperable de la gala nación, en las filas de los historiadores anglosajones a los que perteneció John Burrow se respira la sólida protección y garantía de excelencia de los intelectuales del imperio, y es la mejor compañía para estos extraños inviernos.

Exentas de todo paternalismo, rebosantes de la erudición acumulada tras generaciones de colleges y dons, aunque sin un ápice de academicismo (Burrow apenas escribió para revistas profesionales), las páginas de Historia de las historias -su obra más divulgativa en el mejor sentido de la palabra- transmiten sabiduría y amor por la historia, y cobran vida nombres como Tucídides, Tivo Livio, Plutarco, Froissart o Villehardouin, Maquiavelo, Hume, Adams... No hay mejor preámbulo a la lectura de los clásicos que un sabio -llámese John Burrow, Italo Calvino o Giorgio Colli- se ofrezca a acompañarnos gentilmente durante un trecho del camino.

17.11.09

Don Alonso Quijano


Enfrascada en la dulce relectura del Quijote, y cuya primera línea conquista como si fuera ayer la primera vez que se escribió y se leyó, doy mis gracias a los dioses compasivos, las energías holísticas o los tótems paganos of choice por la literatura, la sabiduría, la imaginación y los amigos.

23.10.09

Editore, traditore



El título de este mensaje parafrasea el conocido "traduttore, traditore" que tanto ha servido para acusar a los traductores de traicionar los textos que les son encomendados. Me ha parecido muy adecuado para comentar una loable iniciativa que reflexionará sobre el papel de la edición y la función social del editor en la configuración de la cultura occidental, y que organiza el Gremio de Editores en su Fòrum Atlántida. Las siguientes parejas de letra me resultan poderosamente atrayentes: especialmente Roger Chartier en diálogo con Francisco Rico, o Antoine Compagnon frente a Jaume Vallcorba, por no hablar de dos maestros como Claudio Magris y Pere Gimferrer (este último afortunadamente ya recuperado del susto del pasado Premio Planeta), Jorge Edwards y el editor Daniel Fernández, con Roberto Calasso en el coloquio final. Será interesante ver qué tienen que decir los sabios de la historia de la literatura y de los libros y escritores convocados sobre la figura del editor, en un tiempo anónimo (quizá pour bonne cause).

21.10.09

Una Edad Media en imágenes: historia de una edición



La primera vez que vi este libro, era de formato grande, ilustrado, y la editorial francesa que lo publicaba había fijado un precio imposible. Era imposible porque, debido a las carísimas ilustraciones en color, coeditar o adquirir derechos para una edición española comportaba un precio prohibitivo para el lector en lengua castellana. En aquél entonces, tampoco tenía yo margen de maniobra para lanzarme a la piscina y editarlo contra viento y mercado. Esperé un año, dos, tres... Los editores franceses y yo nos veíamos en cada feria y nos lamentábamos de que esta joya no estuviera disponible para el público castellano. Por fin, la gran noticia: iban a lanzar una edición en tamaño reducido, manejable, más asequible y que conservaba todo el encanto de la selección de imágenes de un medievalista como Jacques Le Goff. No perdimos el tiempo y aprovechamos la oportunidad. Hoy, es un regalo para mí haber contribuido a editar este hermoso volumen. Espero que se convierta, a su vez, en un regalo para muchos lectores. ¡Feliz lectura!

19.10.09

Presentación en Casa del Libro



Porque siempre hay que estar, en lo bueno y en lo malo, pero apetece mucho más acompañar a la gente que queremos en los momentos buenos, ¿verdad? Pues éste lo será. Mañana, 20 de octubre, presentación de "El primer templo", de Eloy Roca, publicado por Editorial Viceversa, en la Casa del Libro de Barcelona, en Paseo de Gracia 62. Allí estaré, si alguien tiene un rato y quiere pasarse y saludar. ¡Hasta pronto!

17.10.09

La feria interminable



Con la maleta aún humeante -literal y figuradamente- de catálogos, libros y ropa, vuelvo a ser una mujer a un teclado pegada después del breve hiato que cada año representa la feria de Frankfurt para todo aquél que vive de, con o por el sector editorial. Y como cada año, también traigo en la maleta tantas dudas como certezas, respecto al libro electrónico, a la pervivencia de la buena (y no tan buena) literatura y a las formas del ensayo. Los editores extranjeros con quién he charlado, en frenéticas citas o más distendidamente después de la feria, se dividen a partes iguales entre quiénes le quitan importancia a la próxima llegada de artilugios varios y los que ven oportunidades de negocio interesantes pero no cataclísmicas. Ninguno, sin embargo, dictamina el fin del libro como a veces leemos en apocalípticos artículos sobre la llegada del Kindle. La ventaja de la futurología (o su desventaja, según cómo se mire) es que el futuro siempre llega, para poner a cada cual en su lugar.

La hornada de nuevas editoriales, tanto aquí como en el extranjero, que son la infusión de sangre nueva y energía que todo sector maduro necesita, es sana, necesaria y bienvenida. El fenómeno se multiplica y es positivo: aún queda quien cree que editar libros meritorios es además una forma de ganarse la vida dignamente. También constato, con no poco alivio, que algunos grandes editores de siempre están en buenísima forma, aunque también es cierto que los catálogos de otros que fueron grandes editores de siempre se han convertido en un extraño desfiles de productos contrahechos, fabricados y pergeñados para vehicular letras. Son libros porque así definimos a los contenidos escritos y encuadernados, pero por nada más.

Y en cuanto a lo bueno y a lo malo de la feria: que los editores (aún) no somos máquinas ni replicantes, y que este mundo frágil hecho de letras y de codicia sigue en manos (¡por Tutatis!) de personas a quién mirar a los ojos, con quién desternillarse de risa, pelearse con saña, llorar a moco tendido y -en Frankfurt, sobre todo- brindar por lo que fue y por lo que será.

26.9.09

Mil quinientos


No, no es una entrada sobre Juan de la Cosa, el cartógrafo que acompañó a Cristóbal Colón en sus viajes y que más o menos como todos los castellanos que se preciaban de la época, dió una breve temporada con sus huesos en la cárcel. Tampoco sobre el mapa del año 1500 dónde se detallan las tierras y lugares conocidas y exploradas en esos viajes con Colón, Vespuccio, Pinzón, Caboto o Núñez de Balboa.

Estas líneas son para celebrar que desde marzo de 2009, y si Google no me miente, este blog ha tenido 1500 visitantes únicos. Ignoro si esa cifra es alta o baja para un página de estas características, en ese plazo de tiempo. Pero así lo veo yo: puesto que este blog es una especie de recibidor virtual dónde conocer y dar la bienvenida a nuevos amigos y lectores, creo que tener mil quinientas llamadas a la puerta es todo un éxito. De modo que gracias a los mil quinientos y brindo por eso, y por seguir siendo muchos más.

25.9.09

La tierra de Dios en Hislibris


Los visitantes más o menos habituales de este blog (pronto habrá un mensaje sobre ellos, porque estoy a punto de alcanzar una cifra digna de mención en mi total de visitas desde marzo de este año 2009, o eso me dice Google Analytics) saben que las menciones en prensa que he podido reunir acerca de mis dos novelas, La tierra de Dios y La dama y el león, están ordenadas en la columna de la derecha. A veces las he conseguido gracias a las indicaciones del eficiente equipo de prensa de Planeta, otras "pescando" yo misma por la red. Pero lo que quiero decir es que rara vez suelo colgar un mensaje sobre esas reseñas: creo que los "flashes informativos" de ese tipo pertenecen más a Facebook o Twitter, y reservo el espacio del blog para comentar los temas medievales que me resultan interesantes, o aspectos concretos de mi trabajo como escritora.

Sin embargo, tengo que hacer una excepción con la reseña que los colaboradores de Hislibris, y en particular con quién firma éste texto. Por el cariño que desprende el comentario, por el esfuerzo invertido en darle forma, y porque ha sido un hermoso regalo en las fiestas de la Mercè que se celebran estos días en Barcelona. Muchas gracias :)

24.9.09

El tesoro de Staffordshire



De vez en cuando la Edad Media salta a las noticias, bien porque algún director de cine se ha propuesto resucitar el género que tan fijado en nuestra memoria quedó con títulos kitsch (que a veces es una palabra muy moderna para decir entrañable) como Robin Hood o Las aventuras de Quentin Durward, bien porque se ha producido un nuevo descubrimiento arqueológico: manuscritos, huesos, fragmentos de cerámica, restos de una muralla... Todo contribuye a aumentar nuestro conocimiento del pasado. Pero, ¡ah! cuando el hallazgo es un tesoro, como el de Staffordshire. Entonces brillan los ojos de los arqueólogos y de los estudiosos con más fuerza, como sucedete mientras muestran las piezas de oro del siglo VII que Terry Herbert encontró el pasado mes de julio mientras buscaba restos arqueológicos con un detector de metales. Y desde el otro lado, nosotros nos permitimos soñar un poco más. Mil quinientas piezas y fragmentos de oro y otros metales conforman el botín que alguna vez un soldado celta dejó enterrado, quizá confiando en volver a por él en poco tiempo. No fue así, y el siglo XXI, nuestra era de fibra óptica y de comunicaciones instantáneas que ese guerrero anónimo jamás pudo imaginar, se queda boquiabierto ante el desfile de objetos preciosos.

(El tesoro pasará a ser propiedad de la Reina de Inglaterra para garantizar que las piezas no abandonen el Reino Unido. Pingüe negocio, el de la Corona, hoy y siempre).

9.9.09

Rojo medieval


El historiador y medievalista Michel Pastoureau, por cuyas obras sentí hace tiempo un inexplicable y feliz flechazo, aborda en sus libros el significado de los colores, la simbología de los objetos y el origen de la heráldica. Uno de sus mayores méritos, a mi juicio, consiste en devolver la naturalidad a la historia medieval y en saber contar la pequeña historia de los grandes símbolos. En esta entrevista, que también está incluida en su Diccionario de los colores, habla del rojo medieval: de cómo la granza, el material que se utilizaba para teñir la lana, era el más resistente de los colorantes vegetales de la Edad Media, más que las bases hechas a partir de la gualda, la ortiga o el nogal.
Así, a partir de esta cotidiana realidad, Pastoureau nos cuenta que los trajes de fiesta de las campesinas solían ser de tonos rojizos por ese motivo. Dado que al casarse, las novias optaban por vestir sus mejores ropas, las novias medievales de origen humilde vestían bermejo, y los días de fiesta y celebración, de placer y de alegría, se asociaban también a ese color. La estampa de una boda abigarrada, dónde mana la bebida y hay comida abundante, terminó por asociar el rojo -con toda su carga mítica: el color del fuego y del sexo- con el desenfreno, con lo pecaminoso y lo que no era habitual ni permitido, y el rojo quedó excluido de los desposorios. También por esa razón, las mujeres de pelo rojo eran mal vistas o incluso tachadas de brujas. De la historia de los colores a la de las mentalidades: ése es el camino que Pastoureau tan hábilmente sabe recorrer.

2.9.09

Camelot



Camaalot, Camylot, Camulodunum... Bien sea en la breve mención que hizo Chrétien de Troyes en El caballero de la carreta de la corte del rey Arturo, o en la posterior labor hagiográfica que Geoffrey de Montmouth hizo a mayor gloria de los regum britanniae, enlazando la estirpe del rey Arturo con los monarcas ingleses de su tiempo, o en la versión de Thomas Malory de Le Morte d'Arthur, la brillante corte medieval del rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda sigue siendo un referente para describir un espacio mítico, de justicia y de paz. Se desconoce su localización exacta, como si la condición necesaria de los paraísos fuera la ignorancia de latitud y longitud, esas meticulosas cifras que definen una coordenada geográfica y como una mariposa, la clavan en el tablero. Quizá también por ser un paraíso, como en todas las leyendas sucede, Camelot fue pasto de los celos, la guerra y la venganza.


Me gusta que Camelot siga flotando en la indefinición en nuestro tiempo de GPS y demás siglas de tiempo y lugar, porque mi primer contacto con ese país de sueño fue también irreal, cinematográfico: recuerdo a Richard Harris, susurrando más que cantando "I Wonder What The King is Doing Tonight" en un decorado de cartón-piedra. Veremos cómo evoluciona el proyecto de Bryan Singer de realizar un remake del apasionante film Excalibur de John Boorman, alrededor de la figura del rey Arturo. Mientras tanto, seguiré canturreando "In short, there's simply not / a more congenial spot / for happily-ever-aftering than here in Camelot".

29.8.09

Constantino el Grande


Cuando Constantino, emperador romano de Occidente, y Licinio, emperador de Oriente, firmaron en 313 el Edicto de Milán, nadie podía sospechar que la libertad religiosa que salvaba, a partir de aquél momento, a los cristianos de la persecución convertiría a la iglesia católica en una institución occidental de longevidad casi insuperable. Después vendría el Concilio de Nicea, presidido por Osio de Córdoba, dónde se condenó el arrianismo y se estableció el marco teológico de la religión cristiana.

Son hipnóticos estos momentos pivotales, dónde el río de la historia toma un curso u otro en función de los intereses, las maniobras o las acciones de sus protagonistas. La figura de Constantino ha quedado acuñada como la del primer emperador cristiano, pero basta recorrer estudios como los de Paul Veyne o James Carroll, dónde el emperador oscila entre el hábil cálculo y la genuina conversión, para ver cuán frágil es la reconstrucción histórica incluso de los episodios más conocidos. Lo mismo sucede con las distintas representaciones que del emperador hacen las (por lo demás, muy recomendables) muchas series o docudramas sobre el imperio romano. Por ejemplo, la adaptación de la BBC, moderna y casi fílmica (con actores profesionales y unos medios que para sí querrían los cineastas españoles, excepto quizá Amenábar). Con lo que me gusta (y me cuesta) recrear la Edad Media, me quito el sombrero para con resultados tan diversos pero tan notables.


24.8.09

Homo ludens



Dice Johan Huizinga en su importante libro Homo ludens (1938) que el juego es libertad, que el ser humano utiliza la inventiva, la creatividad y la folie (como se conocía en la Edad Media a la actitud lúdica por oposición al sens, el buen sentido) como espacio de expresión de la cultura de un pueblo. La mencionada cultura de ese pueblo comprende leyes, saber, guerras y poesía, es decir, todas las formas de relación entre los individuos de una misma sociedad y entre éstos y los demás. En el juego, paradójicamente para los que consideran que la responsabilidad está reñida con la folie, hay también orden, pues para saber jugar hay que respetar unas reglas claras y precisas.

Es sugerente la tesis de Huizinga de que la caballería, la guerra o la cultura pertenecen también a la esfera del juego, por ser distintas manifestaciones de la voluntad de ser el primero: el más devoto guerrero medieval, el primer y cortés combatiente, el mejor artesano y orfebre, el más sagrado poeta. Cuando leo a Huizinga afirmando que "para comprender la poesía hay que ser capaz de (...) investirse el alma de niño como una camisa mágica (...) Nada hay que esté tan cerca del puro concepto de juego como esa esencia primitiva de la poesía", respiro más tranquila. Feliz regreso al trabajo a todos los que, como yo, quieran seguir jugando.

12.8.09

Leonor de Aquitania


En la efigie que yace en la abadía de Fontevraud, dónde está enterrada, no se distinguen los rasgos de belleza legendaria que hicieron famosa a Leonor de Aquitania en todo el Occidente medieval. El rostro es ovalado y de facciones regulares, sí, pero descansan con una placidez que se me antoja engañosa. El "águila bicéfala", como la habían llegado a llamar sus enemigos por haber llevado dos coronas, la de Francia y después la de Inglaterra, debía ser una hermosa mujer, pero de aquéllas cuyo encanto emana del movimiento y de la energía. Legendaria fue la vitalidad imparable de una reina que cruzó el canal de la Mancha cuantas veces fue necesario para sostener un reino, y a veces, para oponerse a su propio marido, el rey de Inglaterra Enrique II de Plantagenet.

Pienso en Leonor porque acabo de leer una biografía de la duquesa de Aquitania, escrita por Régine Pernoud en 1966 y traducida por Espasa Calpe en su día, y que ahora vuelve a publicarse. Después, releeré la biografía del también medievalista Jean Flori y sus cartas. Pienso en ella porque Leonor aún no ha aparecido en mis novelas más que como un fantasma, o una referencia al vuelo: como la esposa de dos reyes y la madre de una reina de Castilla (su hija Leonor casó con Alfonso VIII). Pienso en una mujer que vivió y luchó durante ochenta años, poseyó dos coronas, vivió rodeada de poesía y de música, y ahora duerme en una tumba de piedra, sosteniendo para siempre un libro entre sus manos.

11.8.09

El tiempo medieval



En la Edad Media, sólo las campanas marcaban el paso de las horas (hasta la llegada de los relojes mecánicos o de péndulo). El tiempo medieval era pues un tiempo que seguía el ritmo de los rituales y la liturgia religiosa (primero en las iglesias y parroquias y después, ya entrado el siglo XII, también en los monasterios) y desgranaba las horas de la misa: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, como nos recuerda Jacques Le Goff en su artículo El Occidente medieval y el tiempo. Pienso en eso al escuchar el sonido de unas campanas casi anacrónicas en nuestro tiempo de relojes digitales, de precisión, sumergibles y calculadores.

Para pasar ese tiempo sin horarios, los hombres y las mujeres medievales se guiaban por los libros de horas, el más conocido de los cuales es del Duque de Berry. Como una novela gráfica, los campesinos y señores desfilan mes a mes, contándonos sus actividades: en la ilustración de arriba, descubrimos que en agosto los señores se dedican a la caza, y que el calor aprieta tanto en la Edad Media como ahora (con permiso del cambio climático): al fondo, unas figuras se zambullen gozosas en un lago de agua fresca.

20.7.09

Viajes por España (III): Bilbao

Un día después, en Bilbao el sol lucía con casi tantas ganas como en Sevilla, hasta el punto de que tuve que sacar mi sempiterno abanico para combatir el calor. Antes de salir por el segundo periplo (para distinguirlo de la semana del 7 de julio, dónde estuvimos en Toledo, Madrid y Valencia) el equipo de prensa de Planeta me había enviado una entrevista de una página entera, ya publicada pues el periodista había seguido la presentación de Toledo. (Qué mosqueada parezco en la foto, ¿verdad? Pues es la miopía y el flash de las cámaras :)

Así que el País Vasco, con la eficiente María a la cabeza de nuestra expedición de dos personas, tuvo a bien ser el cierre de esta mini-gira, y de nuevo el día dejó de tener horas para llenarse de caras, besos, radios (programas veteranos como Pompas de Papel), periódicos y televisiones. Y la última entrevista, con la sonrisa ya en los labios porque el siguiente avión me llevaría de vuelta a casa y a los míos, y también porque a las cosas buenas hay que saber saludarlas deprisa y con cariño, no sea que se olviden de uno, se den la vuelta y no regresen.

Viajes por España (II): Santiago de Compostela


Y llegué a Santiago de Compostela casi tocando las doce y esperando ver meigas... y ¡escuché gaitas, claro! En plenas celebraciones del verano, la plaza del Obradoiro y el Parador Hostal de los Reyes Católicos se convirtieron en cómplices de una música que se remonta precisamente a la Edad Media y que resonó durante la noche compostelana. Os juro que entre la melodía medieval, la madera recia de las puertas de las habitaciones del parador y los arcos de piedra que se abrían al claustro -pues el hostal había sido antes monasterio- pensé que una vez más (como en Toledo) todo jugaba a convencerme de que el siglo XII había salido de las páginas de mi libro para acompañarme, como un amigo más, en la aventura promocional de este año.

Pero me despisto, y eso no puede ser. Porque primero tengo que mandarle un abrazo a Noa, que ya es reincidente en eso de acompañarme mientras hablo con los periodistas de mis criaturas. Con ella pasé una agradable jornada charlando de literatura entre radios, televisiones y periódicos y disfrutando del apacible día nublado con el que la ciudad de Diego Gelmírez tuvo la gentileza de obsequiarme. Con Rocamadour y Santiago se abre la acción de mi novela: dos templos de piedra para una aventura medieval.

Viajes por España (I): Sevilla


Bajo un sol de justicia -como no podía ser de otro modo en Sevilla- regresábamos de tomar unas tapas de mediodía y de muy señor mío en un restaurante muy cerquita de la plaza dónde radicaba el hotel en que estaba instalada gentileza de mi editorial, y pensaba yo medio distraída por el sol y el salmorejo que ojalá a los lectores tan acostumbrados a vivir entre la herencia árabe y la realidad de hoy en el sur de España les gustara la historia que les cuento en La tierra de Dios. Si así fuera, me daba por satisfecha porque no hay nada más difícil que convertir lo cotidiano de la gente (bien sea la Historia o las pequeñas historias) en material de imaginación. Sevilla tiene sol, luz cegadora, azules implacables en el cielo, y orgullo en las calles empedradas. Di muchas entrevistas, pero sobre todo recordé que esta ciudad había sido capaz de cautivar a los califas de Córdoba y convertirse, en detrimento de ésta, en la capital del califato a partir del último cuarto del siglo XII. Que no es poco.

(Aprovecho para mandar un beso y dar las gracias a Carmen, que me acompañó durante todo mi día sevillano, y se preocupó de todo para que yo me despreocupara a gusto.)

13.7.09

Y seguimos: Sevilla, Bilbao y Santiago

El tiempo de la promoción o de las entrevistas a medios de comunicación puede ser pesado o divertido, según cómo se lo tome cada autor. En mi caso, tengo la suerte de pasármelo bien pues me parece todo un gesto de generosidad que alguien (además de los lectores) se interese por mis libros. Pero si además la promoción consiste en conocer a personas estupendas, arropada por un equipo humano como la copa de un pino, y en parajes como Toledo, Valencia, Sevilla, Bilbao y Santiago de Compostela, pues comprenderéis que os diga con ilusión que mañana empezaré la segunda parte de mi periplo, y que si residís en estas últimas tres ciudades, pues allí nos vemos. Más a la vuelta :)

Toledo: atardecer y cena en el Parador


Esa es la maravillosa vista que disfrutamos durante la cena de presentación de "La tierra de Dios" en el Parador Nacional de Toledo (que os recomiendo encarecidamente que visitéis si tenéis la ocasión), en un condumio con brisa nocturna de propina y mejor compañía, procurada por el equipo del Parador (desde aquí un saludo para la espléndida directora y su equipo, que nos cuidaron más allá del deber) para una servidora y los periodistas y libreros que asistieron a la mencionada cena. Una noche y un amanecer inolvidables, en los mismísimos escenarios de la novela, aderezado con risas pre-veraniegas y buen ambiente. Al día siguiente, en la librería Hojablanca de Toledo, tuve oportunidad de charlar con los sabios del lugar, y ya tengo ganas de volver a verlos (señal de lo bien que lo pasamos).

Antes de eso, junto con los periodistas y libreros paseamos por el casco antiguo de Toledo, en un trayecto imaginado por el equipo de prensa de Planeta y plasmado con arte y entusiasmo por nuestro guía Adolfo (a quién también mando otro saludo, porque fue breve e intenso pero genial trabajar con él), durante el cuál no quedó duda de que la época medieval es una pasión adictiva para los que "padecemos" de esa afición. Desde esta humilde plataforma, un abrazo muy fuerte a todos los que hicieron que fuera posible.

7.7.09

Firma de ejemplares en Toledo


Hago un rápido interludio en este viaje promocional con primera parada en Toledo -y qué parada, os daré más detalles de la espléndida noche de ayer en futuras entradas- para avisaros a los que estéis en Toledo o cercanías que hoy por la tarde, a partir de las 18h30, estaré firmando ejemplares en la librería Hojablanca. ¡Hasta pronto!

5.7.09

La escuela de traductores de Toledo



La ignorancia del historiador es la fortuna del novelista: puesto que (desgraciadamente) tanto desconocemos del pasado, en una tarea de imaginación como es la narrativa es lícito (afortunadamente) rellenar los huecos de la historiografía con los trazos, más cómodos y felices, de la ilusión. Es el caso de la escuela de traductores de Toledo: el debate sigue hoy vivo sobre si se puede considerar dicha escuela propiamente fundada en el siglo XII, o si cabe esperar a la llegada de Alfonso X El Sabio para bautizarla como tal escuela. Un matiz tal vez sin importancia para el público general, pero un interrogante esencial para la organización de la cultura y la transmisión del saber en la España del siglo XII.

Por mi parte, los lectores que ya se han sumergido en "La tierra de Dios" han podido comprobar que he optado por el prudente término medio: he imaginado un espacio, propiedad del arzobispado de Toledo, dónde Gerardo de Cremona y Domingo Gonzálvez encabezan un pequeño ejército de sabios y traductores afanosamente dedicados a volcar el saber de una lengua a otra. Si son o no una escuela, esa es tarea de historiadores desentrañarlo; como escritora, me he limitado (y he gozado) a recrearlos rodeados de manuscritos, artilugios y curiosidad.

Pienso en Toledo porque mañana me esperan sus calles, y tengo ganas de verlas de nuevo. Hay ciudades cuya magia resuena desde el pasado, y la ciudad de Santa María la Blanca es una de ellas.

26.6.09

En las librerías



La imagen que ilustra esta entrada es el sueño y la pesadilla de todo autor. Me explico: no hay nada más agradable cuando tu libro se ha puesto a la venta que entrar en un centro librero como pueda ser la FNAC, El Corte Inglés, Casa del Libro, o una librería independiente, y ver una caída de libros como la que disfruta La tierra de Dios en esta fotografía. ¿Qué es una caída de libros? En el lenguaje editorial, precisamente esta disposición de los ejemplares, situados en cascada y que ocupan más espacio -y tienen mejor exposición- que aquéllos que llegan a la mesa de novedades (que no es poco).

Como os decía, es un sueño porque no hay nada mejor que ver a tu libro esperando que un lector lo escoja y se lo lleve a casa. Y al mismo tiempo, es una pesadilla porque no hay nada peor que ver a tu libro esperando que un lector lo escoja y se lo lleve a casa. Pero en fin, como soy de natural optimista y además el cine es mi segunda patria, sé que Gary Cooper que está en los cielos (o eso decía Pilar Miró) no los dejará solos ante el peligro.

15.6.09

Mañana



Mañana tiene nombre dulce, de nerviosa energía y a la vez de pereza deliciosa. Me late la yugular cuando estoy muy triste o muy feliz, y en este caso es lo segundo. Mañana se pone a la venta La tierra de Dios. Es la novela que empecé a escribir poco después de haber salido La dama y el león en febrero de 2006, y a cuyo manuscrito le puse punto y final a mediados de mayo de este año 2009. Tres años han pasado, y lo que ha pasado en tres años. En alguna página de la novela, que es un aventura medieval con sangre, sudor, lágrimas y mucha acción, se habrá colado un día de octubre, un verano caluroso, un invierno crudo y algo de primavera desubicada, como todas las estaciones de paso. Deseo que disfrutéis mucho de la lectura de este libro, y os prometo que hoy no dejaré de pensar, siempre, en mañana.

14.6.09

Feria del Libro de Madrid

Breve anécdota que me contaban de la (desternillante, como todas las ferias) Feria del Libro de Madrid: una señora se para frente a una caseta, con dos críos de la mano, un cochecito empujándose por arte de birlibirloque, llevando las bolsas y el bolso, y repite en voz alta, leyendo el título de un libro expuesto en la parada:

- "1001 libros que hay que leer antes de morir".

Reflexiona un instante, antes de soltar con un tono que navega entre la añoranza y el choteo:

- ¡Pues habrá que darse prisa!

Y sigue avanzando, empujando a churumbeles, carrito, bolsas y cabaña varia.

Lo cual me lleva a la sabia y resabiada conclusión de sin (buen) humor no hay lecturas, ni ventas, que valgan. Así que echémonos unas risas, por lo que pudo haber sido y nunca fue, y por lo que será que no sabemos, que sin duda es mucho.

2.6.09

La Edad Media en guerra


La batalla medieval está tan arraigada en el imaginario colectivo que resultaría difícil, a estas alturas, convencernos de que el conflicto abierto y armado entre facciones enemigas era la excepción y no la regla: ¿quién no piensa en dos caballeros descargando pesadas espadas sobre el yelmo y la loriga del adversario, o en la mêlée que se produce cuando dos ejércitos chocan uno contra otro? Y es que no hay nada como la propaganda, pues eso y no otra cosa es la importancia que le dieron los cronistas a las batallas medievales: por ejemplo, apenas unos años después de Las Navas de Tolosa se hablaba de las milagrosas señales y ayudas celestiales que llevaron a los cristianos a la victoria sobre los moros. Otro tanto sucede con Agincourt, descrita como el parangón de la heroicidad (recordemos ese "modesto" repaso final a las bajas: ¡unos diez mil franceses caídos frente a cuatro barones y veinticinco caballeros ingleses) y Georges Duby tampoco se queda corto con su, por lo demás, apasionante narración del Dimanche de Bouvines, el día en que Felipe Augusto derrotó a una alianza liderada por Otón IV, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Y sin embargo, la ironía radica en que era tan raro el enfrentamiento abierto que cuando se producía, los cronistas y escribas de la corte se apresuraban a registrarlo -pues tiene poca gloria y menos resplandor la pequeña historia de las cabalgadas, las razzias, los pillajes y demás técnicas habituales de erosión del enemigo- y así nos ha llegado esa batalla medieval, tan romántica y, paradójicamente, tan fabulosa ya desde el primer día.

26.5.09

La tierra de Dios



¿Recordáis la historia de una portada? Pues esta es la segunda parte, o mejor dicho, la portada de la nueva novela. Prometí que la colgaría en cuanto tuviese el archivo, y aquí está. Me gusta especialmente el aire de familia que tiene con La dama y el león (podéis comparar con la cubierta de la columna derecha) pero al mismo tiempo, es original y promete una historia distinta y vibrante, como la ciudad medieval que sale en la imagen. El fondo blanco es limpio y potente, y facilita el impacto del título, en un color vino muy apropiado para una novela histórica. Las opiniones sobre las cubiertas siempre son subjetivas y no puede ser de otro modo, pero hay elementos descriptivos a los que hay que prestar atención: la buena lectura del título y el nombre del autor, la correcta utilización de la ilustración o fotografía, una selección acertada de la tipografía, y eso sólo por mencionar el abc del buen diseñador. Huelga deciros que a mi juicio esta portada reúne todas esas virtudes, y más. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os detendríais en una librería, un lineal o una mesa de novedades al verla?

19.5.09

Mario Bendito

LIBROS

Quiero quedarme en medio de los libros
vibrar con Roque Dalton con
Vallejo y Quiroga
ser una de sus páginas
la más inolvidable
y desde allí juzgar al pobre mundo
no pretendo que nadie me encuaderne
quiero pensar en rústica
con las pupilas verdes de la memoria franca
en el breviario de la noche en vilo
mi abecedario de los sentimientos
sabe posarse en mis queridos nombres
me siento cómodo entre tantas hojas
con adverbios que son revelaciones
sílabas que me piden un socorro
adjetivos que parecen juguetes
quiero quedarme en medio de los libros
en ellos he aprendido a dar mis pasos
a convivir con mañas y soplidos vitales
a comprender lo que crearon otros
y a ser por fin este poco que soy

11.5.09

Finales y principios



Después de días encadenada al escritorio y a mi MacBook, puedo prometer y prometo que he entregado los últimos capítulos de La tierra de Dios a mi editora. Ése es el título de la próxima aventura de Aalis de Sainte-Noire, que como anticipé en una entrada anterior, transcurre en la España del siglo XII, con las tres culturas y los enfrentamientos entre moros y cristianos como trasfondo.

Los finales producen una sensación extraña: a veces lo son pero no te das cuenta hasta más tarde, y otras desearías que llegasen pronto y en cambio se hacen de rogar como si supieran que cuando lleguen, la suerte estará echada. Me hace sonreír la dulce ironía de que al poner yo punto y final a La tierra de Dios, la novela empieza de nuevo: se abre a una segunda vida, la que tendrá entre los lectores que quieran leerlo, dentro de un mes. Se pone a la venta el 15 de junio, de modo que si os apetece averiguar qué sucedió después de La dama y el león, los personajes os estarán esperando agazapados en las páginas de la nueva novela, en librerías y sitios de guardar, a partir de esa fecha.

Así que hay principios felices por los que vale la pena seguir escribiendo, leyendo y compartiendo cosas con los amigos: son los que van disfrazados de final. Por esos principios, y con muchas ganas de os guste la novela que he escrito, brindo por las mujeres (y los hombres) que derrochan simpatía. Salud.

29.4.09

Diez novelas históricas para una isla desierta y cinco días de vacaciones (II)



El diablo carga las listas y las categorías: basta mencionar de corrido cuatro nombres y cinco elogios para que las dudas me corroan. ¿Cómo pude dejar para segundas partes a Adriano o ni siquiera mentar las gloriosas aventuras de Verne? Ya dije que en el desvarío está la alegría, o al menos así me consuelo. Para seguir con lo prometido, ahí van cinco estrellas más en mi constelación literario-histórica.

Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas. O también El conde de Montecristo, El vizconde de Bragelonne, y Veinte años después. No importa porqué puerta se entra en el club Dumas que Arturo Pérez-Reverte noveló, el lector acabará encerrado y tirará la llave para quedarse en su universo de espadachines valientes, cardenales maquiavélicos y conspiraciones contra el honor de las reinas o traiciones amargas que siempre saben encontrar el equilibrio entre la venganza y la justicia. Una buena compañía para días de lluvia y dudas.

El puente de Alcántara, de Frank Baer. O de cómo los foráneos saben hacer virguerías de documentación que aún nos dejan boquiabiertos a los lugareños. La España del siglo XI despliega sus alas de barro y de sangre: la Reconquista, pedrusco a pedrusco, a pie de alquería, con sus mercenarios y sin banderas ni lealtades otras que oro y tierras. Un capitán y su escudero; un judío y un árabe son las tres vidas cruzadas que tejen el pasado de las tres culturas que Baer describe con minuciosidad pero sin perder el nervio narrativo. El listón está muy alto para las novelas sobre la España medieval.

El salón dorado, de José Luis Corral. De esta novela, situada en la misma época histórica que la anterior, me gustó el hecho de que el protagonista procediera del Este. Muchos eslavos fueron capturados y llevados a tierras lejanas dónde se convertían en mercancías y sirvientes de otros: la veracidad histórica se convierte en rasgo de originalidad de una narración que, por lo demás, viaja desde Kiev hasta Zaragoza pasando por Constantinopla con la esperada solvencia de un historiador.

Guerra y paz, de León Tolstoi (permitidme la grafía de cuando lo leí por primera vez). Lo sé, lo sé. Ni con la mejor voluntad encaja el barbudo ruso en este listado de aventuras, carreras a caballo, conjuras y espadas. Pero es que aparte de ser un fresco sobre el ser humano, un estudio de las pasiones y miserias de la nobleza rusa durante la guerra contra Napoleón, de ofrecer al lector un tratado de estrategia (o contra-estrategia) militar y retratar la grandeza de un país con inmensas posibilidades e ínfima suerte, Guerra y paz es una novela y es histórica. Y además, para los que habéis leído otras entradas, sabréis que basta una adaptación fílmica medianamente lograda para robarme el corazón. ¿Y hay alguien que se atreva a negarme que sólo hubo y habrá una Natasha, aunque en otras vidas se llamase Holly Golightly?

El pirata, de Walter Scott. Del abogado escocés no se podría (ni quiero) esperar menos que el ABC del género: mujeres apasionadamente enamoradas de piratas byronianos, combates en alta mar, personajes siniestros y una trama de secretos que hunde sus raíces en islas tenebrosas. Quizá es una pieza de museo, pero cuando deseo fundirme con una tempestad, desaparecer entre árboles de un bosque espectral o anegarme en nostalgia y honor, miro a la estantería dónde Sir Walter me saluda con una burlona reverencia de escritor desatado, jurándome lealtad eterna. ¿Qué queréis que haga? Alargo la mano y acepto su invitación.


26.4.09

Diez novelas históricas para una isla desierta y cinco días de vacaciones (I)



Hace varios días prometía una lista de novelas históricas favoritas y el motivo de la tardanza en cumplir lo dicho es que elegir es una agonía: la vida no está hecha de cinco pedazos, ni tres finalistas, ni un puñado de escogidos. Es más bien un remolino confuso y desorganizado de letras, números y vísceras. Todas las lecturas que llevo a cuestas (las que me han gustado y las que no) se pelean por un lugar en el podio y el anti-podio, y así estamos: que os prometo diez títulos pero sólo en aras del manoseado imperativo categórico. De momento, allá van cinco. (Pero como me pierden las travesuras, me temo que en futuras entradas iré desviándome del camino marcado).

Barro y cenizas y Las ciudades carnales, de Zoé Oldenbourg. Leí la primera después de imaginar la historia de Aalis de Sainte-Noire, y me llevé una buena sorpresa al ver que la protagonista de la novela de Oldenbourg se llamaba Aalais y que también transcurría en la Champaña francesa. La verdad es que el norte de Francia en el siglo XII fue un territorio de apasionantes intrigas y por ende múltiples posibilidades narrativas. Teniendo en cuenta que el nombre de mi personaje salió de un censo de población real, no sé de qué me extrañaba: junto con Maria y Ermessenda, fue uno de los nombres más populares del siglo. Las ciudades carnales trata de la herejía cátara, y la recomiendo fervientemente. Oldenbourg posee la capacidad de convertir a sus personajes en seres humanos de carne y hueso, que se mueven por pasiones y ambiciones de lo más creíbles.

La judía de Toledo, de Lion Feuchtwanger. Un clásico de 1954 que sigue siendo una interpretación válida de lo que pudo haber sucedido entre Alfonso VIII, rey de Castilla, y la supuesta judía, la hermosa Raquel, que le hizo perder la cabeza y casi, casi, la corona. Quizá la narración no sea fiel a la verdad histórica, ¡pero qué bien contada está! También es una veraz estampa del rechazo que despertaban los judíos entre la nobleza castellana, que veía con muy malos ojos cómo dinero y poder fluían de sus manos a las de los recién llegados, que contaban con la protección del rey.

El viaje de la reina, de Ángeles de Irisarri. La gran dama de la novela histórica española ofrece una prodigiosa recreación del viaje de la reina Toda de Navarra desde Pamplona a Córdoba. Prodigiosa porque gracias a su dominio de las fuentes históricas, la autora convierte a Toda de un renglón en los pergaminos a una mujer valiente, emprendedora, temerosa de Dios y decidida a salir adelante para salvar la salud de su nieto Sancho. Con un original punto de comicidad cuando retrata el choque cultural entre moros y cristianos, es una deliciosa lectura.

Al-Gazal, el viajero de los dos Orientes, de Jesús Maeso de la Torre. Ambientada en el siglo IX, la recreación del personaje histórico de Al-Gazal conduce al lector de Bizancio a Sevilla y hasta Escandinavia, desde sus viajes como negociador secreto en nombre de Abderramán II hasta su expulsión del emirato de Córdoba. Es una fascinante inmersión en el mundo de Al-Andalus.

Los hijos del Grial, de Peter Berling. ¿Por dónde empezar? Los libros que componen esta saga son densos, ricos y exigentes, de esos que además de la isla desierta hacen falta un par de semanitas a tiempo completo para leer, digerir y disfrutar. Están todos los sospechosos habituales: templarios, conspiraciones, griales, herejías, protagonistas que superan grandes infortunios, reyes, obispos, Iglesia y batallas por la fe. En fin, Berling es uno de los responsables, en mi opinión, de la revitalización de la novela histórica junto con El nombre de la rosa, en cuya adaptación fílmica participó como actor. Tuve la suerte de coincidir con él en la Semana Negra de Gijón, dónde contaba a un público totalmente entregado que un día se sentó a escribir y empezó a fluir el argumento de su primera novela. ¡Pura genialidad!

23.4.09

Sant Jordi



Recién llegada de Londres, y de pasear por sus golosas cadenas de librerías Waterstone's, Blackwell y Borders, sin olvidar la gran Foyles que jamás abandona mi columna derecha, con sus cuatro pisos de puro éxtasis -y comprobar con cierta tristeza que algunas librerías de viejo van cerrando sus puertas- es casi una sobredosis de letras pisar Barcelona en pleno Sant Jordi, del cual he seleccionado una ilustración (cómo no) medieval para encabezar esta entrada.

Y eso después de la feria, dónde la gran noticia no era la crisis sino el fin de la sequía: Dan Brown publica novedad el 15 de septiembre, se titula "The Lost Symbol" (a la espera de que Planeta anuncie el título definitivo y la fecha de publicación en castellano) y aunque nadie sabe de qué va, sus editores respiran tranquilos: se han acabado las penurias. En mi opinión, es buena noticia. Jamás he creído que Dan Brown le robe lectores, pongamos por caso, al filósofo Giorgio Agamben, y en cambio sí logra incrementar el flujo de ingresos de la industria, permitiendo así que se puedan financiar proyectos menos rentables. El problema de esta ecuación, como Adam Smith sabría señalar, es la imperfección humana. Cuando, como el entrañable Manolito de Quino, todos quieren más. Dándole la vuelta al dicho, la virtud no sólo está en el medio porque es equidistante, sino porque además es justo: consiste en repartir las ganancias de los best-séllers entre los primos hermanos menos afortunados (la poesía, la literatura, las humanidades) y que cuentan con menos lectores pero que son igualmente necesarios para la difusión de las ideas y de la cultura.

En ese sentido, el mercado editorial anglosajón practica esa regla a pies juntillas, y al lado de las máquinas de ganar dinero conviven larguísimas estanterías repletas (¡se me saltan las lágrimas!) de títulos sobre historia medieval, filosofía o arte -por no mencionar las filas y filas de literatura por autor- que para sí querrían las mejores librerías de este país nuestro. Como siempre pienso en los libros como hijos adoptivos en busca de hogar, deseo que hoy encontréis al vuestro entre las paradas de Barcelona, o bien disfrutando de la Noche de los Libros de Madrid.


16.4.09

A la rica feria


Con la vista puesta en la página 325 de mi manuscrito, le robo unos minutos a la corrección del texto para hablaros de las ferias editoriales. Desde que Cataluña fuera en 2007 la cultura invitada en Frankfurt, una gran parte del público lector está más informado acerca de lo que sucede durante una feria internacional del libro. De modo que disculpas anticipadas si esta entrada es ociosa, pero puesto que me dispongo a hacer las maletas y viajar a Londres para participar, en mi faceta de editora, en la LIBF (que son las siglas de London International Book Fair), y este blog también se propone hablar del mundo del libro, pues ahí va.

Una feria del libro es un mercado, dónde se compran y venden libros y autores (o dicho de otra forma, el derecho a publicarlos). Por eso cuando se oferta una cantidad de dinero por publicar un libro, se habla de la compra de los derechos de autor de ese título. Y como todas las plazas dónde hay compraventa, pues uno encuentra de todo: filete de primera, salchichas, albóndigas, carne para rebozar, bistec, lomo e incluso casquería. Y ahí están los editores, arrapiñados en mesitas redondas dónde apenas caben dos personas y a duras penas cuatro, escuchando al que vende mientras cuenta lo fantástico que es tal libro o cual autora. Tampoco es difícil vislumbrar a un editor, explicándole a un agente literario lo fantástico que es el catálogo de su editorial. Periodistas culturales, diseñadores, agentes, editores... Hay de todo en una feria, que es como una obra de Shakespeare: con sus idas y venidas, batallas dialécticas, combates soterrados, odio y pasión, amor y lealtad, mentiras y verdades.

Metidos en un frenético un speed-dating de libros, en apenas veinte minutos o media hora, todos luchan por comunicar un mensaje esencial: cómpramelo, véndemelo, créeme, enamórate de mí y de mis representados o de mí y de mi catálogo. De vez en cuando, los autores se atreven a poner un tierno pie en la rugosa moqueta de la feria y entonan el más inocente de los cantos: enamórate de mí. A secas, sin más. Las ferias no son un buen sitio para los autores, como el sol no es bueno para los vampiros: la luz y el brillo que rebota sobre las cubiertas de los libros de los otros les destroza tan certeramente como un amanecer desintegrador.

Pero no temáis por mi. En este mundo hay que disfrutar de las mil caras que todos tenemos: en mi caso, cuando piso una feria me olvido completamente de que escribo, y sólo pienso en coger número en las mejores carnicerías de la feria, como buena editora. Por eso aprovecho ahora que aún pienso en clave de autor, para mandaros un beso durante estos días de retiro profesional. A mi regreso os prometo contaros bondades y maldades de la feria, ¡y volver a ser autora!

13.4.09

Batallas medievales



Ayer hablé de cómo se gesta una cubierta, y también avancé que estaba dando los últimos retoques a mi segunda novela. Por eso, la entrada de hoy intentará ser más corta: estoy dedicando todas las horas del reloj (y suplicándole eso de "no cantes las horas") a pulir, cortar, reescribir, remozar y en general cualquier vocablo adecuado para describir la tarea de arremangarse y mirar con ojo crítico lo escrito hasta el momento.

Me hallo además en plena descripción de una batalla medieval, inspirada en las victorias cristianas de Cuenca (1177) y de las Navas de Tolosa (1212). En ambos casos, los ejércitos cristianos supieron sacar partido de las alianzas y presentar un frente más o menos unido, y esa ventaja les dió la victoria. Pero lo cierto es que en realidad la guerra medieval se basaba más bien en tácticas de desgaste y estrategias de asedio que en heroicas acciones militares. Los ejércitos eran caros de mantener y nadie quería un choque frontal: cuando se producía, era por accidente o emboscada. Francisco García-Fitz publicó una monografía titulada Guerra y relaciones políticas. Castilla y León y los musulmanes (siglos XI-XIII), que me ha resultado muy útil para documentarme. También es muy recomendable su libro sobre Las Navas de Tolosa.

Con esa mente fílmica que me pierde, tecleo sin poder (ni querer) evitar varias y muy distintas escenas: el discurso de Enrique V (vía Kenneth Branagh) a sus soldados antes de Agincourt, y la por supuesto la batalla; el asedio del abismo de Helm en Las dos torres; la batalla de Germania que abre Gladiator; las escenas del desembarco de Salvar al soldado Ryan, o cualquiera de Band of Brothers. Incluso le perdono a Sir Ridley que desperdiciara el potencial de El reino de los cielos, porque nadie como él rueda la acción en todas sus formas.

Así que os dejo, para devanarme los sesos pensando en estrategias, flancos y retaguardias. ¡Feliz regreso de Semana Santa!

12.4.09

Historia de una portada


Termina la Semana Santa, y eso quiere decir que yo también estoy poniendo punto final a la segunda novela de las aventuras de Aalis de Sainte-Noire, la protagonista de La dama y el león. Tengo muchas ganas de avanzaros detalles del libro, pero se me ocurrió que este fin de semana os contaría cómo se diseña y se aprueba una cubierta. En parte, para cambiar un poco de tema después de mis anteriores mensajes sobre películas históricas, y en parte porque hace relativamente poco que ya hemos cerrado la portada definitiva de la segunda novela.

Y como aún falta un poco hasta que no pueda colgarla (lo haré antes de la publicación del libro, eso sí), he pensado que vale la pena hablar de cubiertas, ya que son el envoltorio que acompaña el trabajo que hace el escritor. Por lo general el diseñador, ya sea un profesional free-lance o bien parte de un departamento de diseño editorial, recibe un briefing: es una forma un poco liada de decir informe, que es lo que quiere decir en inglés. En ese texto, siempre breve, se recogen todos los elementos que puedan dar pistas gráficas: si es novela histórica, en qué época transcurre y cuál es el esquema argumental; si es un ensayo, de qué trata y si el enfoque es clásico, contestatario, informativo o de otro tipo.

A partir de ahí juegan varios factores: si el libro se publica en una colección con un formato y diseño predeterminados (por ejemplo, título en caja alta y letra de palo) o bien abierto. Si el editor está dispuesto a poner color en la cubierta, o si prefiere jugar a blanco y negro porque resulta más económico. Si se escoge un diseño con color, habrá que vigilar el gramaje (espesor del papel) de la sobrecubierta, si la hay, pues a veces la impresión de determinados tonos requiere un papel más grueso. Igualmente, si es tapa dura o si es rústica con solapas, el formato del diseño será distinto, pues el lomo del libro también lo será. Si el editor ha decidido gastarse bastante dinero en la cubierta, quizá incluya stamping en las letras: eso quiere decir que tendrán un efecto relieve muy vistoso. (A mí particularmente siempre me gusta pasar los dedos por encima de esas cubiertas, como una especie de "diseño de impulso", aunque eso no siempre conlleva que compre el libro, claro está).

Luego, el diseñador se pone manos a la obra y con todos esos elementos en juego, plantea una o varias versiones de la portada. Y como todas las actividades artísticas, a veces surgen ideas geniales (como las obras del divino David Pearson) o opciones menos afortunadas (de esas todos tenemos alguna en mente). En cualquier caso, para mí el diseñador de mis cubiertas siempre es esa persona que se ha pasado un tiempo determinado, ya sea más o menos, pensando en cómo presentar mi novela al público. Y sólo por eso, tiene mi agradecimiento.

Como véis, hay muchas elecciones, y algunas quedan en manos del editor y otras en las del autor. Generalmente, la propuesta final que se le presenta al autor para su aprobación o comentario ya ha pasado varios filtros, y no es necesario pedir excesivos cambios. En el caso de mi segunda novela, la imagen que ilustra la portada me gustó desde el primer día, pues es cálida, con colores vivos pero sin ser chillones, y el tipo de letra es el mismo que el que se utilizó en La dama y el león. Únicamente sugerí un cambio de color en la tinta de la tipografía, que mi editora aceptó encantada.

Para los que queráis hacer un ejercicio de comparación, os he colgado al principio del mensaje la versión de la portada de La dama y el león que se hizo para la edición especial de bolsillo en tapa dura. Echadle un vistazo y a ver si os gustan las diferencias que hay entre ésta y la edición trade que abre la columna derecha del blog. ¡Mañana, más!

10.4.09

Cinco películas históricas para no olvidar (II)


Después de la pausa del Jueves Santo, y de mucho reflexionar acerca de las siguientes cinco mejores películas históricas que complementan la lista anterior, he aquí el resultado: soy incapaz de escoger y por lo tanto haré un poco de trampa, como ya hice en la entrada de Gladiator y Espartaco; esto es, emparejar algunos títulos y encomendarme al santo patrón de los indecisos. Así que allá vamos.

El león en invierno y El nombre de la rosa. En la primera, un duelo cruel y tierno entre Leonor de Aquitania (Katherine Hepburn) y el rey Enrique II Plantagenet (Peter O'Toole) con sus hijos Ricardo Corazón de León, Geoffrey y Juan sin Tierra como testigos. La familia disfuncional moderna, en un siglo XII veraz y duro, bestial y cercano, con relaciones distorsionadas por la ambición, la mentira y el poder. Cuando la revisioné hace unos meses, la velocidad de sus diálogos y la crudeza de las situaciones retratadas me recordaron al acero del guionista Aaron Sorkin. Más que una película: puro viaje en el tiempo. En cuanto a la adaptación fílmica de la novela de Umberto Eco, ¿qué decir? Sean Connery en su papel de Guillermo de Baskerville fue el perfecto detective medieval, luchando por desentrañar la verdad de los asesinatos en una abadía, contra una red de intereses y manipulaciones que retrataba a la perfección el enfrentamiento entre la Iglesia y las órdenes mendicantes. La nieve y la sangre rezumaban verdad, y todos nos quedamos con ganas de leer el libro de la risa de Aristóteles.

Los Tudor y Elizabeth. A regañadientes, lo confieso, incluyo estos dos títulos. La serie de los Tudor aún va por su tercera temporada y retrata el largo proceso que llevó a Enrique VIII a abandonar la Iglesia católica para casarse con Ana Bolena. Parece un tema manido pero el enfoque es original y potente: Jonathan Rhys Meyers encarna a un monarca más cercano a una estrella de rock que a la figura regordeta que pintó Holbein. En cuanto a las películas sobre la reina Isabel I interpretadas por Cate Blanchett, ya os podéis imaginar el triste papel que le toca a España y su Armada Invencible. Pero es que ambas son obras de factura irreprochable, nuevas formas de abordar las grandes figuras de la historia inglesa, con intérpretes sólidos, y cuya producción derrocha el habitual cuidado británico: la madera cruje, la piedra es de la buena, el vestuario es impecable y lujoso, y no hay caballo que no piafe como debe. Mis reparos no son por el producto final, al contrario: es que me pregunto qué empujón le hace falta a nuestra industria televisiva para imitar el ejemplo. Porque la verdad, desde la fallida intentona de Alatriste, con Águila Roja no hay ni para empezar...

Master and Commander. Una adaptación libérrima de las novelas del maestro Patrick O'Brian, con las aventuras navales del HMS Surprise y de su capitán Jack Aubrey (Russell Crowe) y el médico Stephen Maturin (Paul Bettany), en este caso contra el Acheron, un barco francés casi fantasmal al que persiguen por todo el hemisferio sur (con escenas rodadas en las mismísimas Islas Galápagos). Peter Weir, el director, supo recrear con minuciosidad forense la vida de ciento y pico marineros encerrados en una cáscara de madera en medio del océano, y claro, el desfile temático era un festín para el espectador: amistad, lealtad, miedo, superstición, valor, cobardía, tormentas, orgullo y cañones por banda a toda vela. Vale la pena repasar las novelas antes de zambullirse en este visionado.

Band of Brothers.
Como atestigua esta página, soy más aficionada a la historia medieval que a la contemporánea; todo lo más, llego hasta el siglo corto de Eric Hobsbawm. Pero la adaptación en formato miniserie de un libro de no ficción del historiador Stephen Ambrose, que empecé a ver desganada, empujada por la insistencia de uno de mis prescriptores favoritos, terminó por engancharme (que suele entrañar hacerme reír y llorar) a las peripecias de la Easy Company de la 101st Airborne Division durante la Segunda Guerra Mundial. Como Salvar al soldado Ryan, pero con Tom Hanks de productor, en lugar de actuando. El personaje central alrededor del cual pivotan las historias de los soldados fue interpretado por Damian Lewis, pelirrojo de ojos azules que ahora está atareado vengándose en Life del misterioso enemigo que le metió en chirona, falsamente acusado.

El día más largo. Esta película es más bien simbólica del género bélico sobre la Segunda Guerra Mundial que Hollywood bordó con su maquinaria implacable. Podrían estar en su lugar Un puente muy lejano, Objetivo Birmania, El puente sobre el río Kwai, Tora, tora, tora o si sóis aficionados a los tesoros perdidos, el documental que filmó John Ford en la misma playa de Omaha durante el desembarco, siguiendo a los soldados. Pero es que en El día más largo están todos: John Wayne, Henry Fonda, Robert Mitchum, Sean Connery, Richard Burton, Rod Steiger, Peter Lawford y Gert Frobe, que siempre hacía de alemán o de malo, lo cual era muy apropiado dado que había pertenecido al partido Nazi. (Aunque más tarde algunas familias judías afirmaron que gracias a él habían podido escapar de Alemania). También al pobre Conrad Veidt le tocó encarnar el malvado mayor Strasser en Casablanca, él que sí había sido un ferviente anti-nazi y que se hizo ciudadano británico porque su esposa era judía. Pero enfin, me despisto: la cuestión es que esta película es una buena forma de recordar el desembarco de Normandía y una época en la que las naciones del mundo, contra viento, prejuicios y marea, se aliaron contra un enemigo común.

8.4.09

Cinco películas históricas para no olvidar (I)



Ahora que llega Semana Santa, y con su promesa de días festivos todos hacemos nuestras listas de pendientes (ya sean muebles que comprar, arreglos domésticos, armarios que piden a gritos una mano de orden y otra de Pronto, lecturas atrasadas o amigos por ver), os dejo una lista de mis adaptaciones históricas favoritas. Pueden acompañar a los que opten por no ver Ben-Hur o Los diez mandamientos por quincuagésima vez. El orden es aleatorio: lo que importa es que son películas con derecho a hueco en mi agenda anual.

Lawrence de Arabia: Jamás, jamás brillaron tan azules los ojos de Peter O'Toole cuando encarnó al teniente británico T.E.Lawrence, desgarrado por su quijotesco periplo conquistador, de Aqaba a Damasco. Un retrato que aún hoy aporta pistas sobre la historia de Oriente Medio, y un héroe romántico en el sentido más aventurero de la palabra. La visión fílmica de David Lean del desierto y sus espejismos, la música de Maurice Jarre y la producción avispada de Sam Spiegel, contribuyen a crear un festival de épica, de valor y de traición que merece un visionado de larga duración. De esos con manta y teléfono desconectado.

Senderos de gloria: Tres años antes de ser Espartaco, Kirk Douglas encarnó al coronel Dax, en un episodio basada en hechos reales durante la Primera Guerra Mundial. El general Mireau, del ejército francés, ordena una estrategia suicida contra los alemanes; durante la contienda, algunos soldados se niegan a obedecer esas órdenes, que les conducirán a una muerte segura. Al término de la batalla, el general responsable somete a tres soldados a un consejo de guerra, como ejemplo para el resto de las tropas, en una maniobra para desviar la atención sobre su escasa habilidad militar. El coronel Dax emprende la defensa de los acusados, indignado por la hipocresía y la crueldad del alto mando.

Espartaco y Gladiator: Son dos películas, pero mejor las comento a la vez, porque Ridley Scott se inspiró (profundamente, que diría aquél) en el estilo y la historia de Espartaco para rodar Gladiator. En la primera, el director Stanley Kubrick contó con un reparto de lujo (Kirk Douglas, Jean Simmons, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton o Tony Curtis) para describir la rebelión del esclavo Espartaco que puso en jaque el poder de Roma. A pesar de tomarse libertades con respecto a los hechos históricos, lo cierto es que esta película, entre otros peplums (como Quo Vadis o La caída del imperio romano), han construido la memoria fílmica de la Antigüedad para varias generaciones. En cuanto a Gladiator, ¿qué más se puede decir de la justificada arrogancia de Ridley Scott? Un día se levantó, y él solito se dedicó a resucitar un género que todos habían dado por muerto y enterrado. ¿Y qué si lo hizo con un australiano loco que después ganó el Oscar por su interpretación, rodando en Malta y Marruecos, sin guión terminado a la Casablanca (el de Bogart fue cortesía de los guionistas gemelos Epstein) y contando la historia del general Maximus Decimus Meridius como le dió la gana? Fue una resurrección genial, una pirueta sin red de la que sólo Sir Ridley era capaz de salir con bien.

Ivanhoe: Y si vamos a desempolvar el baúl de los recuerdos -en el próximo post me pondré más moderna, lo prometo- no puedo dejar de mencionar a mi querido y acartonado Robert Taylor, y con él abrir la puerta a todo un género. ¡Ay, que dilema el suyo entre Lady Rowena (Joan Fontaine) y la judía Rebeca (Elizabeth Taylor)! La época de Ricardo Corazón de León siempre ha dado mucho juego en las adaptaciones fílmicas (Errol Flynn también se paseó por Sherwood), y espero con gran ilusión Nottingham, que el viejo zorro Ridley está rodando en Inglaterra en estos momentos, para dejarme sorprender una vez más por espadas, arcos y flechas y malvados recaudadores de impuestos. En Ivanhoe, como en Las aventuras de Quentin Durward, los colores son Pantone tinta directa, las espadas chorrean papel de plata y los caballos están enjaezados que es un primor, pero la fiesta histórica está garantizada.