28.2.10

La cicatriz móvil



Desde que dedico la mayor parte del día a leer y escribir (actividades tan agradables que pido perdón mentalmente cada dos por tres al tótem de turno porque no concebía que la vida pudiera ser tan generosa), dispongo de más tiempo para atender a mis lectores, y los más avezados me han escrito para comunicarme la detección de algún que otro gazapo que se deslizó entre las páginas de mi novela La tierra de Dios. Tengo que decir que salvo excepciones, el contenido de los mensajes es comprensivo, atribuye el error a un lapsus (como así fue) y asegura que han disfrutado sin mayores problemas de la historia, los personajes y la recreación histórica; de lo cual me alegro mucho, y me alivia no sabéis de qué manera.

Como digo, mi tiempo ya no es un bien escaso, situación que es excepcional, como tan lúcidamente describe Javier Marías en esta entrevista. Ese tiempo es lo que me ha permitido encontrar esta página en la web de reseñas literarias de Anika entre Libros: una lista de gloriosos gazapos compilada por los lectores. Y allí recibe todo el mundo, merecidamente: contratapas que no tienen nada que ver con el interior, descoordinación temporal entre las distintas tramas, informaciones que saltan de un personaje a otro como por arte de magia. Dan Brown recibe, sobre todo, por su caprichoso uso de las vías de tren andorranas, siendo que éstas al parecer no existen. El gazapo que más me ha llamado la atención, por breve y por ser el autor Alejandro  Dumas, es uno relativo a la obra Los tres mosqueteros, que yo había seleccionado como una de las diez novelas que me llevaría a una isla desierta (y hoy me reafirmo en esa decisión).

Firmado por un tal Doctor Lecter, el gazapo reza así: "En la pagina 29, Rochefort tiene una cicatriz que le cruza la mejilla, en la 60 la tiene en la barbilla y en la 70 en la sien. ". ¡Es genial y fantástico! No esperaría yo menos de Dumas, escritor compulsivo, corredor del papel en blanco, devorador de hojas para quién revisar y revisar y revisar hasta la extenuación era no solamente un lujo que no podía permitirse, sino también la antítesis de toda su literatura flamígera y apasionante. Brindo por esa cicatriz bailarina y desvergonzada, que convierte a Rochefort en un ser aún más monstruoso: ¡un desfigurado posmoderno!Ahora mismo voy a poner el libro en mi pila de relecturas pendientes.


PS: Iba a poner encabezando la entrada una imagen del conde de Rochefort, pero he dado con este exuberante cartel (y cómo no ha de serlo, con la Milady de Lana Turner en primerísimo plano), y no me resisto a desearos un buen domingo con un guiño camp.

25.2.10

Lealtades y (des)lealtades


Hoy es día de alborozo, y ahora explico la razón. Me permitiréis que en lugar de hablar de letras, mencione números. Concretamente, las visitas que este humilde blog ha recibido durante el pasado año, del período del 1 de febrero de 2009 al 1 de febrero de 2010. Casi cuatro mil visitas, y tres mil usuarios únicos, han leído, visto o echado un vistazo a unas seis mil páginas de este blog. De entre todos ellos, mil usuarios eran visitantes recurrentes. (¿Que cómo lo sé? Gracias al Gran Hermano Google Analytics, la herramienta de información de todo administrador de blogs que se precie). Así que no puedo por menos que agradecer la lealtad y fidelidad de mis lectores del blog, y desear que estas líneas os sigan entreteniendo durante, como mínimo, otro año más.

De la lealtad se habla mucho y se sabe poco. Sólo cuando es necesaria como la venda para una herida, se averigua si está o no está. Yo estoy segura de cuándo he sido leal, a personas, sentimientos o libros, y también de cuándo he sido recompensada con actos de lealtad. En esa certeza reside, creo, uno de los mayores tesoros de sabiduría que he descubierto en mi vida, porque aunque vivo de la ficción, no vivo en ella.

Uno de los autores a quién sigo siendo leal, a pesar de que no escribe ficción, es Jonah Lehrer. Este insolentemente joven escritor (basta entrar en su página web para comprobarlo) ya me pareció, cuando lo leí por primera vez, una de las voces más singulares e interesantes de la próxima generación de divulgadores científicos, y por ello no dudé en adquirir sus derechos durante mi etapa como editora. Está a punto de publicarse su primer libro, Proust y la neurociencia, del que Oliver Sacks afirma que "su estilo incisivo es reflexivo a la par que modesto". Reflexión y modestia, lealtad y libros. ¡Feliz lectura!

PS: Revisando a Shakespeare via Brannagh, con todos sus manierismos, pero ¡qué festín!

21.2.10

Kalamazoo



Contra el cansado cinismo del Viejo Mundo, a veces me cuesta no abrazar y cubrir de besos la frescura descarada del Nuevo. Existe un congreso medieval en Estados Unidos que reúne a más de tres mil medievalistas cada año, y junto con otros eventos, es una cita obligada de los historiadores especializados en la Edad Media. Lleva celebrándose durante más de cuarenta ediciones. Del índice de sesiones ya se deduce que esto no es una mesa redonda local para vanagloria de los mismos pocos de siempre: hay un debate sobre la historiografía de las Cruzadas, un paper sobre la autoridad religiosa del obispo de Cracovia en la Edad Media, o un estudio de las alegorías ciceronianas en la Morte d'Artur de Malory.... En fin, cosa seria. ¿Y dónde, preguntaréis, se celebra dicha reunión de mentes pensantes y escribientes, de jóvenes aprendices, de  sesudos académicos, de editores, libreros y bibliotecarios? ¿En Washington, en un corro respetuoso delante de la estatua de Lincoln? ¿Boston, quizá, o Philadelphia, por aquello de los padres fundadores? ¿O en Columbia, o Stanford, u otro campus egregio de alguna universidad de la Ivy League? ¿O es que algún millonario ha destinado su fortuna a comprar una propiedad de aúpa en The Hamptons, para disfrute de los intelectuales?

La respuesta es Kalamazoo, Michigan. No es la capital del estado, aunque sí es la ciudad más grande, superando los setenta mil habitantes. Hay una universidad importante, y también allí está la sede Pfizer, cosas de la vida. Un dicho reza: "de Tombuctú a Kalamazoo"y también se la conoce como "K-Zoo" o "El Zoo". Hay un aeropuerto, el Kalamazoo/Battle Creek Airport. Ya os hacéis a la idea. Fantástico, ¿verdad? Me encanta. Jamás he asistido a dicho congreso, pero está en mi lista de pendientes vitales: estoy suscrita a varias listas de información sobre historia medieval, y en los meses anteriores al congreso de Kalamazoo, los participantes se animan y se agitan como adolescentes norteamericanos ante la perspectiva del baile de la promoción. Un acontecimiento de innegable importancia académica, y que aún genera tanta ilusión entre los asistentes debe ser digno de verse. Así que, ¡viva El Zoo! Y mientras, que paséis un buen domingo entre amigos.


20.2.10

Diez reglas para escribir ficción


No soy amiga de las listas de consejos para escribir mejor. Creo que si escribir es (atención: sigue definición amplia) poner palabras una detrás de otra con acierto para contar una historia, la única forma de aprender es imitando (en el sentido clásico, que no pedante, de la palabra: siguiendo al buen amigo Aristóteles) a los (muchos) que han escrito bien antes de uno. Pero admito que me divierten las respuestas de algunos escritores consultados en estas listas. A raíz de las diez reglas enunciadas por  Elmore Leonard, en el diario The Guardian responden otros autores, entre ellos Margaret Atwood, Phillip Pulman, Sarah Waters o Zadie Smith. Hago un batido personal y os traduzco las diez  siguientes:

1 - ¿Vas en serio con lo de escribir? Búscate un contable (Hillary Mantel, ganadora del Booker 2009)
2 - Trabaja con el corazón ligero y esperazando. Pero prepárate para lo peor (Joyce Carol Oates)
3 - Avanza lentamente y con cuidado (Annie Proulx)
4 - Mi principal consejo es que rechaces propuestas como esta, que  distraen y no  permiten concentrarse en escribir (Phillip Pulman)
5 - Lee mucho (Ian Rankin)
6 - Escribe mucho (Ian Rankin)
7 - Reescribe (Will Self)
8 - Lo más parecido que tengo a una regla es una cita de Flaubert, colgada en un post-it delante de mi escritorio que dice "Faire et se taire", que viene a ser: "Escribe y calla" (Helen Simpson)
9 - Acaba todo lo que empieces (Colm Tóibin)
10 - Pásatelo bien (Jeanette Winterson)

Y ahora sí, vuelvo al trabajo. ¡Feliz sábado!

15.2.10

La devoralibros

El canibalismo de libros lo practiqué con fruición a los quince, los dieciséis, luego los veintidós y Dios mío, qué tan rápido llegaron los demás. La devoralibros que fui ha vuelto, y estoy gozosa. El denostado papel impreso me tiene presa y a gusto,  y no me dejo soltar. Estoy leyendo por placer y por trabajo; son dos yugos que se pelean por mis ojos y eso que yo se los cedo sin resistencia. Terminé con Joseph Conrad (si es que puedo dejar de pensar en el acantilado del viejo pirata y en la plata de la mina de santo Tomé) y me dejé caer por el palacio de los sueños y de las angustias de Imré Kerstez. Luego, porque prefiero equivocarme dos veces a no cometer errores, volví a caer en su abril quebrado. Después me apetecieron las fábulas de verdad e hice venir a Díaz del Castillo porque no hay como la crónica para romper para siempre y por un tiempo con el romanticismo. Y entretanto, le sigo prestando mis ojos a otros libros mientras éstos no miran. ¡Y sólo estamos en el mes de febrero! Me crecen los caninos cuando pienso en el festín de abril.

10.2.10

Principios y finales



It was the best of times, it was the worst of times. El socorrido principio de la novela de Charles Dickens prosigue con líneas igual de sabias hoy que ayer, pero el impacto de ésta cuenta con la bendición que besa a las primeras frases de novela, las que siempre recordaremos aún después de que pasen muchos años desde que se leyeron. Creo que por esa cualidad inmarchitable y hasta cálida, suelo recurrir tanto y tan a menudo a ella. También porque indefectiblemente (o excepto en  caso de falta flagrante de sentido del humor) arranca una sonrisa, y a mí me agrada ver sonreír.

Estos días, sin embargo, de un año corto y largo a la vez, tengo que serle un poco infiel a mi Dickens, porque el remolino de vértigos que son los días que empezaron sin querer se ha arrebujado en la primera parte de la primera frase (y si yo fuera Groucho añadiría de la segunda parte contratante de la primera parte). Es decir, que ya está todo aquí, que ya es tiempo de principios y finales. Se terminan novelas y se empiezan proyectos de esos que viajan con zancadas largas, con mariposas en el estómago y pulmones henchidos de aire y de orgullo. Así que hoy, y lo siento por Dickens, es el mejor de los tiempos, sin más. Muchos ánimos y seguimos.

PS: ¿Qué imagen tiene un final y un principio? Me ha costado decidirme.

6.2.10

Up in the Air


Un balón de oxígeno inteligente para nuestras vidas cómodas e incómodas. Sí, el protagonista es George Clooney pero eso es lo de menos (o en todo caso aquí pesa el actor, no el icono). Con los pies en el suelo pero la cabeza en todas partes, me tomo un respiro (¿o es un Nespresso? Perdón por la publicidad inevitable) para recomendaros esta película, un soberano antídoto contra la sandez, que además de todo eso, es buena.

2.2.10

De moda y literatura



No, esta entrada no va de suecos best-séllers (que están de moda) ni de novela negra (que también lo está porque estos días Barcelona cambia de nombre y se llama BCNegra, por lo menos hasta el 6 de febrero en que se celebrará el fin de fiesta en la conocida y querida librería Negra y Criminal).

No, esta entrada trata de un artículo que relata la iniciativa (a mis ojos, inaudita)  de unir moda y literatura de la siguiente manera: veinte diseñadores veinte seleccionados por la Asociación de Creadores de Moda de España, entre los que se cuentan nombres como Devota y Lomba, Amaya Arzuaga o Purificación García, más un grupo de diseñadores húngaros y belgas, han aceptado el reto del proyecto impulsado por la Presidencia española en Europa, el Instituto Cervantes, y una retahíla de colaboradores culturales demasiado larga como para reproducirla, de plasmar en diseño veinte textos imprescindibles de la cultura en lengua castellana. Se ve que han hecho sus deberes y han leído a Barthes.

Así, las agujas más dotadas del país (y de Bélgica y Hungría, que también se han apuntado por aquello de que cuantos más, mejor) se han dedicado a imaginarse cómo serían en tela, color, forma y textura las obras de María Zambrano, Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez. La comisaria de la iniciativa la califica de "torre de Babel de los sentidos". Lo dicho, que no salgo de mi asombro, pero bienvenido sea porque la sorpresa es hija de la curiosidad, y la inteligencia, prima hermana de todas ellas. ¡Feliz semana!

PS: El traje de en medio corresponde al diseño de Amaya Arzuaga sobre María Zambrano.