Después de días encadenada al escritorio y a mi MacBook, puedo prometer y prometo que he entregado los últimos capítulos de La tierra de Dios a mi editora. Ése es el título de la próxima aventura de Aalis de Sainte-Noire, que como anticipé en una entrada anterior, transcurre en la España del siglo XII, con las tres culturas y los enfrentamientos entre moros y cristianos como trasfondo.
Los finales producen una sensación extraña: a veces lo son pero no te das cuenta hasta más tarde, y otras desearías que llegasen pronto y en cambio se hacen de rogar como si supieran que cuando lleguen, la suerte estará echada. Me hace sonreír la dulce ironía de que al poner yo punto y final a La tierra de Dios, la novela empieza de nuevo: se abre a una segunda vida, la que tendrá entre los lectores que quieran leerlo, dentro de un mes. Se pone a la venta el 15 de junio, de modo que si os apetece averiguar qué sucedió después de La dama y el león, los personajes os estarán esperando agazapados en las páginas de la nueva novela, en librerías y sitios de guardar, a partir de esa fecha.
Así que hay principios felices por los que vale la pena seguir escribiendo, leyendo y compartiendo cosas con los amigos: son los que van disfrazados de final. Por esos principios, y con muchas ganas de os guste la novela que he escrito, brindo por las mujeres (y los hombres) que derrochan simpatía. Salud.
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