Entre papeles y libros, documentándome para un artículo con fecha de entrega (el trío de palabras más importante para un autor, después de disciplina y suerte), contemplo un grabado con la imagen de Tomoe Gozen, la mujer samurai (onna bugeisha) más destacada del período Heian en el Japón medieval. La descripción de Tomoe en el Heike Monogatari reza así:
"Tomoe era especialmente hermosa, de piel blanca, pelo largo y bellas facciones. También era una excelente arquera, y como espadachina era una guerrera que valía por mil, dispuesta a confrontar un demonio o un dios, a caballo o en pie. Domaba caballos salvajes con gran habilidad; cabalgaba por peligrosas pendientes sin rasguño alguno. Cuando quiera que una batalla era inminente, Yoshinaka la enviaba como su primer capitán, equipada con una pesada armadura, una enorme espada y un poderoso arco; y ella era más valerosa que cualquiera de sus otros guerreros."
¿Por qué será que la mujer guerrera siempre es más valiente, más ardida y más feroz que los demás soldados? Pienso que será tal vez por la idea subyacente (llámese así o prejuicio) de que para empuñar un arma, hace falta que la mujer sea doblemente valiente, ardida y feroz pues se le supone que aparte de doblegar al enemigo, está venciendo a su naturaleza femenina. Hasta ahora mis personajes protagonistas han sido mujeres, aunque rodeadas de hombres, como no podía ser de otro modo en la Edad Media. Y si las he dotado de valentía, es porque me parece que hay que serlo, y mucho. El mundo es peligro: tiembla el mar y se abren las entrañas del mundo; el eje de la Tierra cambia. Y sin embargo, los seres humanos sobreviven. Por Tomoe y por todos los valientes. Feliz viernes.
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