Se publica hoy la noticia de que se han recuperado 16 pergaminos del siglo XI robados de los Archivos de Huesca, algunos incluso firmados por reyes. Se aprecia en la fotografía que acompaña al artículo la letra apretada y estrecha de la época, el aprovechamiento de la preciada superficie del papel amarillento y me emociono como esa arqueóloga que al acariciar los huesos de la hermana de Cleopatra, soñaba que las carnes que habían vestido ese esqueleto quizá hubieran rozado a Julio César o Marco Antonio. (Digresión fílmica habitual: qué gran César fue Rex Harrison, muchos años después de haber enamorado a la hermosa señora Muir).
El siglo XI es un momento privilegiado en la Península Ibérica: contamos con abundante documentación de Al-Andalus y los reinos califales, que como toda gran maquinaria estatal suelen dejar abundantes regueros de burocracia, el barro dónde los historiadores hunden sus manos par darle forma al pasado. El califato de Córdoba, antes de desintegrarse en los reinos de taifas, creó un imperio cultural del que da buena cuenta Titus Burckhardt en su libro "La civilización hispanoárabe" (Alianza). Podéis leer la introducción aquí.
El resultado fue Qurtuba, una impresionante combinación de saber, arquitectura y poder. En Medina Azahara, la ciudad real hoy destruida, se decía que las fuentes eran de oro puro y los mármoles cubrían suelos y techos de la riquísima residencia del califa. Hay diversas recreaciones en 3D en youtube que valen mucho la pena.
El resultado fue Qurtuba, una impresionante combinación de saber, arquitectura y poder. En Medina Azahara, la ciudad real hoy destruida, se decía que las fuentes eran de oro puro y los mármoles cubrían suelos y techos de la riquísima residencia del califa. Hay diversas recreaciones en 3D en youtube que valen mucho la pena.
Por su parte, la Península Ibérica no se quedaba corta: en esa época empezó a circular por Castilla el "Cantar del Mio Cid". El obispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, empezó en 1075 la construcción de una catedral que haría empalidecer de envidia a las demás diócesis de España. En Cataluña la Vieja, el historiador Pierre Bonnassie ha documentado un florecimiento cultural parejo al renacimiento carolingio, como el scriptorium y la biblioteca del monasterio de Ripoll. Y recomiendo al lector aficionado a la buena "pequeña historia" el volumen de Claudio Sánchez-Albornoz sobre la ciudad de León hace mil años, editado por Rialp, dónde palpita la vida de los reyes y también la de los humildes.
Pero el siglo XI sólo fue una antesala, el caldo de cultivo de la explosión de saber, conquistas, luchas y conspiraciones que llegaría después. Cuando empecé a escribir "La dama y el león", situada en el siglo XII en el norte de Francia, me dejé enamorar por las delicadas letras del amor cortés y de los poetas de la corte de Champaña. En mi siguiente novela, he regresado a las tierras de España para aprehender e imaginarme un siglo XII que no tiene nada que envidiar al de nuestros vecinos europeos. Mañana, más.
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