26.9.09

Mil quinientos


No, no es una entrada sobre Juan de la Cosa, el cartógrafo que acompañó a Cristóbal Colón en sus viajes y que más o menos como todos los castellanos que se preciaban de la época, dió una breve temporada con sus huesos en la cárcel. Tampoco sobre el mapa del año 1500 dónde se detallan las tierras y lugares conocidas y exploradas en esos viajes con Colón, Vespuccio, Pinzón, Caboto o Núñez de Balboa.

Estas líneas son para celebrar que desde marzo de 2009, y si Google no me miente, este blog ha tenido 1500 visitantes únicos. Ignoro si esa cifra es alta o baja para un página de estas características, en ese plazo de tiempo. Pero así lo veo yo: puesto que este blog es una especie de recibidor virtual dónde conocer y dar la bienvenida a nuevos amigos y lectores, creo que tener mil quinientas llamadas a la puerta es todo un éxito. De modo que gracias a los mil quinientos y brindo por eso, y por seguir siendo muchos más.

25.9.09

La tierra de Dios en Hislibris


Los visitantes más o menos habituales de este blog (pronto habrá un mensaje sobre ellos, porque estoy a punto de alcanzar una cifra digna de mención en mi total de visitas desde marzo de este año 2009, o eso me dice Google Analytics) saben que las menciones en prensa que he podido reunir acerca de mis dos novelas, La tierra de Dios y La dama y el león, están ordenadas en la columna de la derecha. A veces las he conseguido gracias a las indicaciones del eficiente equipo de prensa de Planeta, otras "pescando" yo misma por la red. Pero lo que quiero decir es que rara vez suelo colgar un mensaje sobre esas reseñas: creo que los "flashes informativos" de ese tipo pertenecen más a Facebook o Twitter, y reservo el espacio del blog para comentar los temas medievales que me resultan interesantes, o aspectos concretos de mi trabajo como escritora.

Sin embargo, tengo que hacer una excepción con la reseña que los colaboradores de Hislibris, y en particular con quién firma éste texto. Por el cariño que desprende el comentario, por el esfuerzo invertido en darle forma, y porque ha sido un hermoso regalo en las fiestas de la Mercè que se celebran estos días en Barcelona. Muchas gracias :)

24.9.09

El tesoro de Staffordshire



De vez en cuando la Edad Media salta a las noticias, bien porque algún director de cine se ha propuesto resucitar el género que tan fijado en nuestra memoria quedó con títulos kitsch (que a veces es una palabra muy moderna para decir entrañable) como Robin Hood o Las aventuras de Quentin Durward, bien porque se ha producido un nuevo descubrimiento arqueológico: manuscritos, huesos, fragmentos de cerámica, restos de una muralla... Todo contribuye a aumentar nuestro conocimiento del pasado. Pero, ¡ah! cuando el hallazgo es un tesoro, como el de Staffordshire. Entonces brillan los ojos de los arqueólogos y de los estudiosos con más fuerza, como sucedete mientras muestran las piezas de oro del siglo VII que Terry Herbert encontró el pasado mes de julio mientras buscaba restos arqueológicos con un detector de metales. Y desde el otro lado, nosotros nos permitimos soñar un poco más. Mil quinientas piezas y fragmentos de oro y otros metales conforman el botín que alguna vez un soldado celta dejó enterrado, quizá confiando en volver a por él en poco tiempo. No fue así, y el siglo XXI, nuestra era de fibra óptica y de comunicaciones instantáneas que ese guerrero anónimo jamás pudo imaginar, se queda boquiabierto ante el desfile de objetos preciosos.

(El tesoro pasará a ser propiedad de la Reina de Inglaterra para garantizar que las piezas no abandonen el Reino Unido. Pingüe negocio, el de la Corona, hoy y siempre).

9.9.09

Rojo medieval


El historiador y medievalista Michel Pastoureau, por cuyas obras sentí hace tiempo un inexplicable y feliz flechazo, aborda en sus libros el significado de los colores, la simbología de los objetos y el origen de la heráldica. Uno de sus mayores méritos, a mi juicio, consiste en devolver la naturalidad a la historia medieval y en saber contar la pequeña historia de los grandes símbolos. En esta entrevista, que también está incluida en su Diccionario de los colores, habla del rojo medieval: de cómo la granza, el material que se utilizaba para teñir la lana, era el más resistente de los colorantes vegetales de la Edad Media, más que las bases hechas a partir de la gualda, la ortiga o el nogal.
Así, a partir de esta cotidiana realidad, Pastoureau nos cuenta que los trajes de fiesta de las campesinas solían ser de tonos rojizos por ese motivo. Dado que al casarse, las novias optaban por vestir sus mejores ropas, las novias medievales de origen humilde vestían bermejo, y los días de fiesta y celebración, de placer y de alegría, se asociaban también a ese color. La estampa de una boda abigarrada, dónde mana la bebida y hay comida abundante, terminó por asociar el rojo -con toda su carga mítica: el color del fuego y del sexo- con el desenfreno, con lo pecaminoso y lo que no era habitual ni permitido, y el rojo quedó excluido de los desposorios. También por esa razón, las mujeres de pelo rojo eran mal vistas o incluso tachadas de brujas. De la historia de los colores a la de las mentalidades: ése es el camino que Pastoureau tan hábilmente sabe recorrer.

2.9.09

Camelot



Camaalot, Camylot, Camulodunum... Bien sea en la breve mención que hizo Chrétien de Troyes en El caballero de la carreta de la corte del rey Arturo, o en la posterior labor hagiográfica que Geoffrey de Montmouth hizo a mayor gloria de los regum britanniae, enlazando la estirpe del rey Arturo con los monarcas ingleses de su tiempo, o en la versión de Thomas Malory de Le Morte d'Arthur, la brillante corte medieval del rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda sigue siendo un referente para describir un espacio mítico, de justicia y de paz. Se desconoce su localización exacta, como si la condición necesaria de los paraísos fuera la ignorancia de latitud y longitud, esas meticulosas cifras que definen una coordenada geográfica y como una mariposa, la clavan en el tablero. Quizá también por ser un paraíso, como en todas las leyendas sucede, Camelot fue pasto de los celos, la guerra y la venganza.


Me gusta que Camelot siga flotando en la indefinición en nuestro tiempo de GPS y demás siglas de tiempo y lugar, porque mi primer contacto con ese país de sueño fue también irreal, cinematográfico: recuerdo a Richard Harris, susurrando más que cantando "I Wonder What The King is Doing Tonight" en un decorado de cartón-piedra. Veremos cómo evoluciona el proyecto de Bryan Singer de realizar un remake del apasionante film Excalibur de John Boorman, alrededor de la figura del rey Arturo. Mientras tanto, seguiré canturreando "In short, there's simply not / a more congenial spot / for happily-ever-aftering than here in Camelot".